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Muestra | Todavía hay lugar

27 Abril
- 07 Junio 2019
Portada de Todavía hay lugar

Todavía hay lugar es una instalación de fotos y videos que tomo desde la intuición y la atracción. Situaciones extrañas dentro de mis recorridos cotidianos. Una imagen exacta, una escena perfecta. Sé que su desaparición es inminente y siento la urgencia de fotografiar lo que veo. No sé hasta cuando, pero todavía hay lugar en el mundo para todas las imágenes que me quieran tomar.

Lucía Rubiolo

Curaduría: Maximiliano Rossini

Texto: Daiana Henderson

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Un lápiz sostiene un peinado recogido a las apuradas. Un carrito de supermercado dado vuelta sobre un fueguito ahora es una parrilla. Un cable usb le entalla la cintura a una cortina y deja pasar la luz de la ventana. Las perillas de las cocinas a menudo se falsean o se rompe la termocupla y he visto por cada hogar una manera distinta de darle arreglo momentáneo: banquetas, cuchillas, escobas, pedazos de cartón, escarbadientes…

Los adornos ¿para quién son? El otro día fui a visitar a un amigo que quedó parapléjico y noté que sus adornos acumulaban polvo en las ranuras de los ojos de cerámica, limpiados como al pasar por alguien. Todo eso sucedía completamente fuera de su campo visual.

Alguien descubrió que mezclando jabón líquido, bicarbonato y plasticola se obtiene un material viscoso muy irresistible de estrujar, agradable al tacto y olfato, con efectos desestresantes y que puede ser estirado casi hasta el infinito sin romperse. En las piyamadas las niñas hacen su propio experimento científico y lo personalizan a su antojo con colorantes, glitter o estrellitas de papel glacé.


Los objetos tienen por lo general una vida bastante sencilla. Algunos reciben la gracia de ser advertidos por su valor potencial, habilitados a una función vital distinta de aquella para la que fueron concebidos o diseñados. Ese acto, que puede parecer tan común o banal, solo puede ser ejecutado por alguien capaz de ver en las cosas una razón de ser más allá de la asignada. Es un acto pleno de conciencia, un hallazgo simple, una ocurrencia, algo gracioso, una idea pragmática que da solución a un problema concreto de una manera singular.

Hay un punto ciego que nos impide ver la transformación de las cosas que están siempre delante nuestro, como el lento crecimiento de las mascotas o de las manchas de humedad en la casa. Es posible que no veas el póster de tu cuarto desteñido hasta que otro te lo haga notar. La imagen original con sus colores vívidos, ya cristalizada en tu memoria, se superpone a la versión triste y deteriorarda de sí misma en que devino en el tiempo.

Los conos de tránsito son fabricados en colores fluorescentes con el fin de captar la rápida atención del conductor, de recortarse del fondo de la noche cuando le proyectan una luz encima. Su mutuo condicionamiento de color y forma responde a una cuestión solamente utilitaria, a su función de alerta, sin reparaciones en su aspecto estético.

Pienso en alguien a quien se le ocurre fabricar un cono de tránsito rosa pálido o celestito bebé, y en que eso podría considerarse una obra de arte contemporáneo. Si ese fuera el tono que el cono naturalmente hubiera adquirido en la intemperie bajo la influencia del tiempo, es probable que la imagen de cómo debería ser anule la percepción de su color actual verdadero, desgastado por la lluvia y el sol, condenado a ser naranja fluorescente ante la mirada insensible, para siempre atado a su signo.

Pero miren: alguien viene en bicicleta, frena y le saca una foto con su celular. Por primera y única vez lo ve como es.